Sunday, May 11, 2003

DEJO MEXICO

Un sonido recorrio la habitación por unos minutos antes de despertarme. La alarma sonaba incansablemente como si estuvieramos en media plaza de pueblo, y necesitabamos vender nuestras legumbres. Me desperté y un pequeño dolorcito, profundo, lleno y maltrecho se me estrello en el corazon. No puedo sonreir ni un minuto mas, ni siquiera puedo abrir mis ojos. “Me siento triste” –me dije a mi mismo. Mi cuerpo estaba exhausto, la ducha aunque caliente no me quito mi pesadez de la mañana. Ahora atada a una tristeza profunda y furtiva. Que pena, que tristeza, dejar esta ciudad con sus tesoros y princesas.

El salir del hotel fue una simple rutina matutina: levantarse, bañarse, vestirse, cambiarse, arreglarse, maletas, bolsillos, billeteras, llaves, pasajes, pasaportes, sonidos, olores, silencios, bendiciones, miedos e inclusive esperanzas, todas metidas en mi valija 2x2. La tristeza no cupo en ninguna de mis maletas y peor en los bolsillos. Me la tuve que llevar cargada en el corazon.

Son las 10am y me despierto en un extremo del avion. Estoy sentado justo en la primera fila de la clase turista. Mis jefes, todos, disfrutando de su champagne y su ‘toolkit’ de viajero en ‘primera’. Todos disfrutando de una misma maravilla tecnológica, pero con perspectivas tan diferentes. Viajando para regresar al amor, viajando para alejarse de el.

Son las 11am y todavía no he podido acomodarme bien para dormir satisfecho. Han pasado ya varias horas desde que despegamos. He tenido sueños repentinos e inoportunos. Se me escapan sin indulgencias ni avisos. Los sueños se me escurren de las manos y solo me queda la consciencia. Es una señora grande, tremenda y amedrentadora, la señora consciencia. Todo el viaje junto a mi, hablandome, gritandome, recordandome (recuerdeme que me recuerda) que mi corazon se queda en el D.F.

Un oficial de emigración me pregunta descuidadamente si es la primera vez que entro a los Estados Unidos. “No, justamente renove mi pasaporte dias atrás por lo que no tiene ningun sello” le contesto con un poquito de nerviosismo. “TAC! TAC!”, dos estampillasos y estoy listo para la aduana. El ‘aduanero’ mira mi declaracion por cuestion de segundos y con el descuido del ser humano me deja ir para continuar su amena conversacion por telefono. No han pasado 15 minutos desde que abarcamos en Newark y ya estoy saliendo del aeropuerto. Todavía me acompaña insaciable la señora grande y la tristeza colgado de mi corazon. Creo que estoy mareado, quizas por el viaje, o por la altura, o por el tremendo y hondo dolorcito de tu ausencia y el vacio.

Ya son las 3:50pm en New York, en Mexico deberian de ser las 2:50pm… pero quizas no sea asi, quizas nos hemos movido a distintas dimensiones y Mexico se encuentra peregnemente quieta. No han dejado de ser las 3:30am. Ni un solo minuto ha pasado desde que te fuiste de mi habitación. Se detuvo el tiempo en Mexico cuando partiste a la ausencia.

Se detuvo mi mundo desde que te fuiste de mi,
desde que aniquilaste el silencio oportuno
y diste paso a mi tristeza abominable
te extraño con mis entrañas.

Deimo